Asbesto, una colección de minerales que ocurren naturalmente, es popular en varios sectores debido a su resistencia al calor y la corrosión [1]. Sin embargo, tiene un efecto significativo y a menudo perjudicial en la salud humana [2]. La exposición a largo plazo al asbesto puede llevar a la formación de diferentes tipos de cáncer, principalmente cáncer de pulmón y mesotelioma, una forma única de cáncer que afecta el revestimiento de los pulmones, el corazón o el abdomen [3].
Las fibras de asbesto son microscópicas y, cuando se inhalan, pueden quedarse atrapadas en el tejido pulmonar [4]. Con el tiempo, estas fibras pueden provocar inflamación y cicatrización, causando cambios genéticos en las células, que pueden resultar en cáncer [5]. El riesgo de desarrollar cáncer de pulmón por exposición al asbesto es significativamente mayor para las personas que también fuman [6].
Mesotelioma, en contraste, está casi totalmente asociado con la exposición al asbesto [7]. Es una forma de cáncer rara pero agresiva, a menudo diagnosticada en una etapa avanzada debido a sus sutiles síntomas tempranos [8]. El período de latencia entre la exposición al asbesto y el inicio del mesotelioma puede variar de 20 a 50 años, lo que lo convierte en un riesgo para la salud silencioso pero letal [9].
Además del cáncer de pulmón y el mesotelioma, la exposición al asbesto también puede aumentar el riesgo de otros cánceres, como el cáncer de ovario y el cáncer de laringe [10]. Es crucial entender que cualquier nivel de exposición al asbesto, no importa cuán menor, puede potencialmente llevar al desarrollo de estos cánceres [11]. Por lo tanto, las medidas para prevenir y controlar la exposición al asbesto son vitales en la lucha contra el cáncer [12].