La detección del cáncer de pulmón generalmente implica una secuencia de pruebas, cada una con su propio propósito y procedimiento único [1]. El proceso generalmente comienza con un examen físico para evaluar la salud general y buscar posibles signos de cáncer de pulmón [2]. El profesional médico también puede preguntar sobre su historial médico y cualquier síntoma que haya estado experimentando [3].
Después del examen inicial, se utilizan con frecuencia pruebas de imagen como radiografías de tórax y tomografías computarizadas [4]. Estas pruebas son fundamentales para identificar cualquier crecimiento anormal o masas en los pulmones [5]. Una radiografía de tórax es un procedimiento rápido e indoloro que emplea una cantidad mínima de radiación para generar imágenes de los órganos y estructuras dentro de su pecho [6]. Por el contrario, una tomografía computarizada ofrece imágenes más detalladas y puede detectar lesiones más pequeñas que podrían no ser visibles en una radiografía [7].
En ciertos casos, podría ser necesario una biopsia [8]. Este procedimiento implica extraer una pequeña muestra de tejido pulmonar para un examen más detallado bajo un microscopio [9]. La biopsia se puede realizar de varias maneras, incluyendo broncoscopia (donde se pasa un tubo delgado por su garganta y hacia sus pulmones), biopsia con aguja (donde se usa una aguja para extraer tejido), o incluso cirugía [10].
Por último, se puede realizar una prueba molecular en la muestra de biopsia [11]. Esta prueba busca genes específicos, proteínas y otros factores únicos para el cáncer [12]. Comprender la 'huella molecular' del cáncer puede ayudar a guiar las decisiones de tratamiento, ya que algunos tratamientos son más efectivos contra ciertos tipos de células cancerosas [13]. [14]