Diagnosticar el cáncer no se limita a una biopsia, a pesar de ser un método común y confiable [1]. Otras herramientas en el campo médico incluyen pruebas de imagen como rayos X, tomografías computarizadas y resonancias magnéticas. Estas se utilizan a menudo para localizar crecimientos anormales que podrían ser potencialmente cancerosos [2]. Estas pruebas ofrecen una visión integral de las estructuras internas del cuerpo, ayudando así a los médicos a localizar posibles tumores [3].
Las pruebas de sangre también sirven como una herramienta útil para diagnosticar el cáncer [4]. Ciertos tipos de cáncer liberan marcadores específicos en el torrente sanguíneo, que pueden ser identificados a través de análisis de laboratorio [5]. Por ejemplo, la prueba del antígeno prostático específico (PSA) se emplea para detectar el cáncer de próstata, mientras que la prueba CA-125 se utiliza para detectar el cáncer de ovario [6].
En algunos casos, los médicos pueden recurrir a la endoscopia para el diagnóstico del cáncer [7]. Este procedimiento implica la inserción de un tubo delgado y flexible equipado con una luz y una cámara en el cuerpo para inspeccionar los órganos o tejidos internos [8]. La endoscopia puede ser utilizada para detectar una variedad de cánceres, incluyendo los de pulmón, colon y estómago [9].
Por último, las pruebas genéticas pueden ofrecer valiosos conocimientos sobre el riesgo de una persona de desarrollar ciertos tipos de cáncer [10]. Estas pruebas identifican cambios o mutaciones en los genes que podrían aumentar potencialmente la probabilidad de cáncer [11]. Aunque las pruebas genéticas no pueden confirmar un diagnóstico de cáncer, pueden ayudar a guiar medidas preventivas y estrategias de detección temprana [12].