Los médicos utilizan pruebas de diagnóstico específicas para identificar el cáncer de hígado [1]. El primer paso generalmente implica un examen físico, durante el cual el médico busca síntomas físicos de cáncer de hígado. Estos síntomas pueden incluir ictericia, caracterizada por el amarillamiento de la piel y los ojos, hinchazón abdominal o malestar en la sección superior derecha del abdomen [2]. También se realizan análisis de sangre para detectar niveles elevados de enzimas hepáticas, que podrían ser indicativos de enfermedad hepática o cáncer [3].
La prueba más utilizada para el cáncer de hígado son las pruebas de imagen [4]. Estas pruebas abarcan ultrasonido, tomografía computarizada (TC) y resonancia magnética (RM) [5]. Estas herramientas de diagnóstico proporcionan imágenes del hígado, ayudando en la identificación de cualquier tumor o crecimiento anormal [6]. En algunos casos, se puede realizar una biopsia de hígado, donde se extrae una pequeña muestra de tejido hepático y se examina bajo un microscopio para la presencia de células cancerosas [7].
En ciertos casos, se puede realizar una laparoscopia [8]. Este procedimiento quirúrgico implica la inserción de una pequeña cámara en el abdomen para inspeccionar el hígado y otros órganos [9]. Este procedimiento permite al médico visualizar cualquier tumor y determinar la extensión del cáncer [10].
Si se sospecha o confirma cáncer de hígado, se pueden realizar más pruebas para determinar la etapa del cáncer y si se ha metastatizado a otras partes del cuerpo [11]. Estas pruebas pueden incluir una gammagrafía ósea, una radiografía de tórax o una tomografía por emisión de positrones (PET) [12]. Es crucial recordar que la detección temprana es vital para el tratamiento efectivo del cáncer de hígado, por lo que los chequeos y pruebas regulares son esenciales si estás en riesgo [13].