La inmunoterapia, un enfoque relativamente nuevo en el ámbito del tratamiento del cáncer, ha demostrado resultados alentadores en la lucha contra el cáncer de pulmón [1]. Este método funciona utilizando las propias defensas inmunológicas del cuerpo para reconocer y erradicar las células cancerosas [2]. Esto se logra mediante la administración de medicamentos que aumentan la actividad del sistema inmunológico o lo ayudan a dirigirse a las células cancerosas de manera más precisa [3].
Actualmente se emplean múltiples formas de inmunoterapia en el tratamiento del cáncer de pulmón, como los inhibidores de puntos de control, las vacunas contra el cáncer y los anticuerpos monoclonales [4]. Por ejemplo, los inhibidores de puntos de control, como el pembrolizumab (Keytruda) y el nivolumab (Opdivo), han demostrado una efectividad significativa en el tratamiento del cáncer de pulmón de células no pequeñas (NSCLC), el tipo de cáncer de pulmón más prevalente [5]. Estos medicamentos funcionan inhibiendo las proteínas que impiden que las células inmunitarias combatan las células cancerosas, esencialmente 'liberando los frenos' del sistema inmunológico [6].
Sin embargo, como todas las terapias, la inmunoterapia no está exenta de sus obstáculos [7]. No todos los pacientes responden a la inmunoterapia, y puede provocar efectos secundarios, algunos de los cuales pueden ser graves [8]. Estos pueden incluir fatiga, tos, náuseas, erupciones cutáneas y, en casos raros, complicaciones más graves como la inflamación pulmonar [9].
En conclusión, aunque la inmunoterapia ha surgido como una potente arma en la guerra contra el cáncer de pulmón, no sirve como una solución universal [10]. Es crucial que los pacientes participen en discusiones con su proveedor de atención médica para determinar si la inmunoterapia es la opción adecuada para ellos, teniendo en cuenta su tipo y etapa específicos de cáncer de pulmón, la salud general y las preferencias personales [11].