Se ha llevado a cabo una extensa investigación sobre la correlación entre el consumo de carne roja y la incidencia de cáncer de colon [1]. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que la ingesta de carnes procesadas y rojas puede aumentar el riesgo de cáncer de colon [2]. Las carnes procesadas se definen como cualquier carne que ha sido transformada a través de métodos como salado, curado, fermentación, ahumado u otras técnicas para mejorar su sabor o prolongar su vida útil [3]. Estos incluyen alimentos como hot dogs, jamón, salchichas, carne en conserva y carne seca [4].
El término 'carne roja' abarca todo tipo de carne de músculo de mamífero, incluyendo carne de res, ternera, cerdo, cordero, caballo y cabra [5]. La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), una subsidiaria de la OMS, ha categorizado las carnes procesadas como 'carcinógenas para los humanos', basándose en evidencia sustancial de que su consumo puede llevar a cáncer colorrectal [6]. Las carnes rojas, sin embargo, han sido clasificadas como 'probablemente carcinógenas para los humanos' [7].
Es crucial entender que no todos los que consumen carnes rojas o procesadas desarrollarán cáncer de colon [8]. El riesgo es relativo e influenciado por varios factores como la cantidad consumida, el método de cocción y la predisposición genética individual [9]. Las técnicas de cocción que someten la carne a altas temperaturas, como asar a la parrilla o hacer barbacoa, pueden resultar en la producción de ciertos carcinógenos [10].
Para mitigar el riesgo de cáncer de colon, se aconseja limitar el consumo de carnes rojas y procesadas, aumentar la ingesta de frutas, verduras y granos enteros, mantener un peso saludable y participar en actividad física regular [11]. Es importante recordar que la moderación es la clave cuando se trata de consumo de carne