Un mamograma es una radiografía que se realiza para detectar la presencia de cáncer en el tejido mamario. Esta técnica, conocida como mamografía, permite visualizar pequeños tumores u otras anomalías en los senos que no se pueden percibir durante un examen táctil.
Existen distintos tipos de mamogramas que se realizan según la necesidad exploratoria o diagnóstica. Los más comunes son:
A la hora de realizar una mamografía, existe una serie de indicaciones generales a seguir para garantizar la efectividad del procedimiento:
Durante un mamograma, la paciente se sitúa frente a la maquina de mamografía. El especialista ajustará la altura de la máquina para luego situar el seno sobre una placa y comprimirlo con una segunda. Los rayos X son emitidos por un tubo ubicado arriba del seno.
Tras el procedimiento, los resultados son evaluados por un radiólogo quien determina si las imágenes son claras y si existe alguna anormalidad. Los resultados suelen estar disponibles entre 2 a 4 semanas después de realizado el estudio en el caso del mamograma screening. En caso del diagnóstico, pueden estar disponibles más rápido.
Si el radiólogo identifica algún crecimiento sospechoso en la mamografía, es posible que debas realizar pruebas adicionales para determinar si dicho crecimiento es benigno o maligno. Esto puede implicar exámenes de imagen adicionales, como ultrasonido o resonancia magnética, hasta incluso una biopsia para confirmar el diagnóstico del cáncer de mama.
Algunos centros ofrecen mamografías en 3D o tomosíntesis, un avance que permite obtener múltiples imágenes del seno desde diferentes ángulos y mostrar secciones múltiples del tejido mamario.
En ocasiones el médico puede solicitar un segundo mamograma para obtener imágenes adicionales del seno. Los motivos más frecuentes son la observación de tejido denso que dificulta la visualización de anomalías o alguna área de preocupación en la primera imagen. La mayoría de las veces, una área de preocupación en una Mamografía no es indicativa de cáncer.